Como hijas de su tiempo, las manifestaciones literarias del Segundo Renacimiento estarán muy marcadas por las circunstancias históricas y tendrán como temas fundamentales la preocupación nacional y la reflexión filosófica y religiosa. Por un lado, las continuas guerras con otros países europeos (Francia, Inglaterra, Países Bajos...) arrastran al país a una etapa de decadencia. Por otro lado, la Reforma católica o Contrarreforma, impulsada por el concilio de Trento (1545-1563), fija la orientación de la Iglesia católica, en una época de gran debate religioso. Todo esto se verá reflejado en la estética del Segundo Renacimiento, lo que supone un paso adelante en la evolución de la literatura: sobre los mismos esquemas métricos y estéticos asentados por la obra de Garcilaso de la Vega, nuevas manifestaciones literarias verán la luz de la mano de autores de suma importancia para la historia de nuestra literatura.
En esta época tendremos tres corrientes estéticas diferentes y complementarias: la poesía mística, la escuela salmantina y la escuela sevillana. Cada una de ellas tendrá una preocupación fundamental y una estética propia.
La poesía mística, representada sobre todo por San Juan de la Cruz aunque también ha de incluirse la obra de Santa Teresa de Jesús como autora importante del periodo, se centra en el tema religioso y se convierte en un camino para conocer a Dios. Para ello utilizará un lenguaje cargado de símbolos amorosos y unas metáforas de extremada riqueza.
La figura principal de la escuela salmantina es Fray Luis de León. Su poesía ascética tendrá un carácter a caballo entre lo religioso y lo moral y un tema fundamental: la vida retirada como forma de mejorar al individuo.
La escuela sevillana supone un avance en la creación literaria hacia el próximo movimiento artístico, conocido como Barroco. Su máximo representante es Fernando de Herrera, autor de una vasta obra cargada de adornos y dotada de una complejidad formal que convierte la poesía en un género oscuro debido al empleo de un lenguaje artificial con una técnica denominada manierismo, que busca la perfección estilística.
Estas tres líneas estéticas, que suponen una innovación sobre la obra de Garcilaso sin olvidar nunca su referente, constituyen la producción lírica del Segundo Renacimiento, de mayor complejidad tanto estética como temática.
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